(6) Audio grabado el 6 de junio de 2016
Hola hijas mías.
Soy papá. Son casi las 12 de la noche, y quería escribiros un email, porque desde hace mucho tiempo os escribo correos, para que los leáis cuando seáis mayores. Al principio empecé contado cosas que hacíamos juntos, y daros consejos sobre la vida, y ayudaros un poco a que descubráis las cosas. Aunque tendréis que descubrirlo todo por vosotras mismas.
Aproximadamente hace dos meses que vuestra madre decidió acabar con nuestro matrimonio y nuestra familia. Han sido dos meses de grandes altibajos. De días encontrarme mal, muy mal, días encontrarme más o menos bien, y otros días, en el mismo día estar bien y muy mal.
Hoy no sé qué pasa, que se me ha venido todo encima, y estoy realmente muy mal. Aun así quería haberos escrito un email, pero no tengo ánimos ni fuerza para hacerlo. Pero no quería dejar pasar la oportunidad de intentar explicaros lo que ha pasado, o lo que yo creo que ha pasado, porque evidentemente yo no estoy ni en la cabeza ni en la vida de vuestra madre.
Aun así, creo que yo podré contaros esto desde un punto de vista más maduro y coherente que el de vuestra madre, y me gustaría empezar por el principio...
A vuestra madre la conocí una noche que salí. La casualidad quiso que hablásemos... Nos gustamos y empezamos a quedar todos los días.
Ella tenía su casa propia, y yo vivía con mi familia. Los dos queríamos que la cosa fuese a más. Los dos éramos personas muy diferentes, yo vivía en la ciudad, y vuestra madre en un pueblo pequeño. Pero los dos queríamos seguir juntos.
Ella era una persona muy sencilla a nivel cultural, pero eso yo nunca lo vi como un impedimento. Ella tenía mucha voluntad y ganas de que estuviésemos juntos.
Con el tiempo, yo le llegué a querer muchísimo. Muchísimo. Y yo percibía que ella a mi también.
Al tiempo, fruto de nuestra relación naciste tú, algo que recuerdo como algo realmente extraordinario.
Desde un principio, vuestra madre siempre ha tenido unos horarios de trabajo muy difíciles, pero a parte de eso, siempre ha tenido trabajos extra en casa. Por ese motivo, yo siempre os he cuidado y tenido mucho, muchísimo más tiempo que ella, y me he preocupado por daros educación, juego, diversión, paseos, parques, conversación, experiencias...
Yo siempre he sido de comprar y tener poco, y de vivir y disfrutar más. De salir a la calle, de no quedarse viendo la televisión... En fin, de que tuvieseis experiencias, emociones y recuerdos... Al fin y al cabo, vida.
En el año 2014, la empresa en la que yo trabajaba durante más de 14 años empezó a ir mal, a raíz de la crisis económica de ese tiempo, y de una mala gestión por parte de los gerentes.
Como yo ya veía que eso iba a acabar mal, tomé la decisión de reducirme la jornada (y el salario), y trabajar únicamente por las mañanas, para tener las tardes para cuidarte a tí.
Dedicaba todas mis tardes que fueses lo más feliz posible.
Perdí muchas cosas viniendome a vivir al pueblo de vuestra madre. Me alejé de mi familia, de mis amigos, y estaba muy lejos de mi trabajo... 80 Km diarios. 400 Km a la semana... casi 3 horas de cada día en desplazamientos. Alternaba tren y coche, porque acababa cansado de ambos.
Pero yo quería. Yo lo dí todo. Lo aposté todo por mi familia. Por ella.
Cuando yo conocí a vuestra madre, ella era una persona de salir de noche prácticamente todas las semanas, con un tipo de salidas "promiscuas". Vuestra madre tenía relaciones y contactos esporádicos... Tenía una lista con muchos teléfonos de gente con la que había tenido relaciones... Salía y la mayoría de las veces acababa teniendo relaciones con gente conocida esa misma noche.
Evidentemente, yo le dije que si quería algo serio entre nosotros, eso debía de cambiar... Y más o menos lo hizo.
Mantuvo algunas salidas esporádicas... pero redujo el ritmo.
Yo lo pasaba muy muy mal, porque sabía cuál era su forma de salir de fiesta. No es lo mismo salir, cenar, tomarte algo, y volver a casa, o quedar por las tardes con tus amigas para hablar... Lo normal para estas edades, estamos casi en los 40 años.
Pero la manera de salir suya era el mundo de la noche, discotecas, ir a bailar, y todo lo que ello conlleva.
Yo lo pasaba muy mal, pero en ningún momento tomó en consideración cómo me podía sentir yo con todo eso.
Pasaron los años, y ella buscó la oportunidad de comprar una casa más grande juntos. A mi no me gustaba la idea de endeudarme por tantos años, y sobre todo teniendo ya casa... pero vi que le hacía tanta ilusión, que accedí a llevar adelante la compra, y poder tener una casa familiar mucho más grande que en la que estábamos.
Puse toda mi ilusión y empeño en nuestra nueva casa. Hicimos muchas mejoras en ella. Los dos. Porque era nuestro hogar. Porque era el hogar de nuestra familia.
Años después, naciste tú, mi pequeña, un nuevo regalo maravilloso. Un nacimiento que viví completamente al lado de vuestra madre, cogidos de la mano.
En 2014 cerró la empresa donde trabajaba, y surgió la oportunidad de junto con 2 compañeros de montar una nueva empresa, para continuar la actividad que veníamos haciendo, y que realmente era lo único que sabíamos hacer.
Con poco dinero y mucho esfuerzo abrimos nuestra nueva empresa, que ahora va a cumplir dos años... Y en esta nueva empresa, decidí también trabajar solamente por las mañanas, para poder cuidaros por las tardes a las dos.
Esa decisión conlleva que yo ganaba poco dinero al mes, pero al fin y al cabo, pensaba que erais muy pequeñas, y que estos años no volverían. Que nos necesitabais. Y al fin y al cabo, pues éramos una familia, y si me toca a mi sacrificarme, y trabajar menos, ganando menos, para vuestra felicidad, pues yo estaba encantado de hacerlo.
Vuestra madre seguía teniendo un horario muy complicado... Y perfectamente podía estar esperando a que ella volviese, un sábado a las ocho de la noche, o las nueve. Ahora, en perspectiva, sé que ella acababa de trabajar mucho antes, y desconozco qué pasaba en ese tiempo, hasta que volvía a casa.
Muchos domingos también trabajaba, bien en su trabajo, o bien en su casa... Yo he echado mucho de menos a vuestra madre como persona, como pareja, como madre, como compañera, y como mujer.
Echaba en falta su apoyo en la crianza de dos hijas... Nunca estaba. Nunca priorizaba a su familia. Siempre primero su trabajo, y las personas y entorno de su trabajo. Siempre sus clientas. Siempre salir de trabajar e ir a otros sitios, antes que con su familia.
Sobre todo en primavera... Salía de trabajar, y directamente se iba a tomar sesiones de rayos UVA para estar morena.
Cuando vuestra madre agotó su baja maternal de nuestra segunda hija, y tenía que volver al trabajo, decidí coger una especie de excedencia, ya que eras muy pequeñita...tenías meses... ¿cómo te iba a dejar sola?
Todo recayó sobre mi. Creo recordar que estuve 8 meses casi sin salir de casa, cuidando de vosotras. Lo recuerdo como una época bonita, pero durísima. Estamos hablando de 12, 13 ó 14 horas diarias en casa con vosotras. Cuidando de una niña de 5 años, y de un bebé de meses.
Aun así, siempre intenté que cada una tuviérais lo vuestro. La mayor, parque y amigas, o piscina, y la pequeña sus biberones, sus siestas, su cuidado y descanso....
Recuerdo una tarde de verano asfixiante, en la que tuve que llevarte a la piscina, para que jugases con tus amigas, mientas estaba yo, con el carro, con el bebé, cuidándole y dándole el biberón y teniéndole en brazos.
Así, como pude, pasé ese primer verano con mis dos hijas.
Estaba solo. Mi familia lejos. Absolutamente solo.
Por parte de vuestra madre, nunca sentía que ella percibiese todo ese esfuerzo, desgaste, ansiedad...
Muchas veces, rogaba y suplicaba su apoyo y comprensión. Simplemente con un pequeño reconocimiento de que me entendía, hubiera bastado para hacerme feliz.
Algunos días, cuando ella llegaba de trabajar, evidentemente yo no tenía mi mejor cara... Agotado y extenuado. Estaba muy sobrecargado, y yo le pedía que me entendiera. Rogaba apoyo por su parte, un paseo quizás para hablar los dos, el matrimonio, la pareja. Tiempo para nosotros.
Recuerdo que siempre le decía... "Cuando tú llegas, es el mejor momento del día".
Con un añito, ya entraste a la guardería, y yo me reincorporé al trabajo, de mañanas, para seguir cuidando de vosotras por las tardes.
Más presión... Trabajo, niñas, viajes... Vuestra madre seguía con su ritmo de vida, y yo seguía echándole tremendamente en falta, como madre y como mujer.
Ella seguía saliendo de vez en cuando... A su manera. Volver el domingo a las 5 ó 6 de la mañana, con compañías nada recomendables, y muchas veces con el estómago destrozado de beber alcohol.
Yo el domingo a las 7:00 u 8:00, en pie, para biberones, paseos, salidas, ir al parque, o en bicicleta, o a la plaza...
En muchas de esas salidas, le acompañaba su mejor amiga. Una persona, con una familia completamente desestructurada, un nivel educativo muy bajo, y una forma de divertirse bastante promiscua y poco recomendable.
Un día, en una de esas salidas, con sus sobrinas y alguna amiga... Recuerdo que cuando volvió, al día siguiente ella ya no era la misma.
Según parece, conoció a una chica en Valencia, con la que empezó a coger amistad, y a hablar continuamente con ella. No sé qué tipo de relación o conversaciones tenían, pero a raíz de hablar con ella, vuestra madre ya no fue la misma jamás.
En esta época se dio el boom de las aplicaciones de mensajería por el móvil, y concretamente de WhatsApp.
Vuestra madre vivía pegada al teléfono el móvil, todo el día, todos los días. Yo haciendo cenas, aseando la casa, saliendo a pasear con vosotras, y ella pegada al móvil. Yo le decía: "Por favor, ayúdame".
En cierta ocasión, llegué a ver algunos mensajes en su móvil hablando mal de mi... Que yo era un amargado, que estaba harta, que no aguantaba más, cuando lo único que hacía era dar mi vida por mi familia, por mis hijas de 5 y 1 años, y por mi mujer.
Ella no estaba ahí. Estaba su cuerpo. No su cabeza.
Dos hijas Dios mío. Una familia.
De repente, a través de su teléfono móvil se le abrió un mundo nuevo, un mundo de amigas, de salidas nocturnas a la discoteca, de planes... Que evidentemente es mucho más divertido que cuidar y criar y querer a dos hijas pequeñas, con todo el esfuerzo que ello conlleva.
Unas hijas, una familia, no es solo estar, alimentar, y asear. Hay que dar un contacto, una conexión, hablar, tocar, sentir, apoyar con las tareas del colegio, mostrar que te interesa sus pequeñas vidas...
Pero ella ya no estaba. Su vida era el trabajo, el entorno de su trabajo, y la nueva ventana a un mundo de diversión que se le abrió a través de la pantalla de su teléfono móvil.
Y vosotras ahí. Y yo con vosotras.
Es cierto que éramos muy diferentes. Orígenes diferentes, pasados diferentes, pero había amor, había complicidad, había atracción, habían buenas relaciones, y sobre todo, habían dos hijas. Una familia.
No compartíamos aficiones, pero éramos marido y mujer. Papá y mamá.
Como os digo, de aquella salida nocturna no volvió igual, y al tiempo empezó a decirme que necesitaba un tiempo a solas. Que necesitaba que me marchara de casa. De mi hogar.
Yo estaba dolido, desconcertado, descolocado, herido... y jamás hubiera aceptado el marcharme de mi casa, de mi hogar, y separarme de ella y de vosotras.
Lamentablemente, la presión por su parte siguió, todos los días. A diario, varias veces, me pedía que me fuera de casa... Un tiempo.
Yo le contestaba que le ayudaría en todo que necesitara, pero que de ninguna forma iba a abandonar mi hogar, ni a pasar una sola noche sin ver y acostar a mis hijas, sin abrazarles, sin darles un beso y leerles un cuento.
Esa situación continuó más o menos un mes.
Un mes en el que cada vez que ella llegaba de trabajar, le esperaba en la puerta, y le decía que era el momento más feliz del día, que diésemos una vuelta para hablar y estar juntos. Pero ella ya no era ella. Su cabeza ya no estaba ahí.
Buscaba cualquier excusa para que hubiera confrontación. Buscaba la crispación. Estaba nerviosa porque quería escapar. Y quería hacerlo cuanto antes.
Yo me mostraba bastante tranquilo y dialogante, y eso le producía más rabia.
De repente todo le molestaba, cualquier cosa que hiciera, le molestaba. Abrir una puerta, apartar una cortina, o dejar algún papel encima de la mesa. Todo estaba mal, y todo eran gritos.
Después de más o menos un mes soportando esa situación, en una de las innumerables veces que me pidió que me fuese, le contesté, con un tono calmado y tranquilo, que yo no me iba a marchar, que ellas eran mi vida, mis hijas y ella. Y que lucharía siempre por vosotras, y por ella.
Estábamos pasando un mal momento, pero pasará seguro, y habremos ganado, y tendremos una familia feliz, y tú y yo seremos felices.
Estamos en tu pueblo, yo no tengo dónde ir. Si tú necesitas tiempo para estar sola, tienes varios hermanos y hermanas con casas grandes, y tienes la casa de tu madre.
Ese fue.
Ese fue su momento.
Ese fue el momento que aprovechó ella para decir: "A mi no me tienes que echar de mi casa, se acabó, quiero el divorcio".
Fue como una liberación para ella. Por fin había encontrado la rendija por la que colar su petición. Su deseo.
Lo hizo con tal dureza, con tal seguridad y con tal frialdad, que estoy seguro que estaba empujada, apoyada y animada por gente. Por su gente. No sé quién. Pero estoy seguro que amistades y entorno de trabajo.
De repente me vi en una situación tremendamente angustiosa... Llevar adelante mi día a día, ir a trabajar por las mañanas, por las tardes seguir jugando con vosotras y saliendo al parque, y por dentro absolutamente destrozado. Resquebrajado como un cristal.
Mi prioridad absoluta erais vosotras, y tenía claro, que hiciera lo que hiciera, debía estar encaminado a estar el máximo tiempo con vosotras. Costara lo que costara, y perdiese lo que perdiese.
Después de haberos abrazado todas las noches, haberos cuidado cuando estabais enfermas, haberos acompañado en vuestros mejores y peores momentos, haberos educado, NO IBA A PERMITIR perderos, y que todo quedara en un "señor" que os visita de vez en cuando. Jamás.
Le propuse ir a terapia de pareja. Le dije que daba igual quién tenía razón o no. Que simplemente había que arreglar las cosas, y seguir juntos, conservar nuestra familia.
Al principio me dijo que iríamos, pero enseguida me dijo que no. Que lo tenía muy claro. Se acabó.
Inmediatamente ella se volcó en toda esa gente que le daba una vida llena de diversión, salidas, discotecas,.. ya no estaba.
Y yo he tenido que alquilar una casa en el pueblo de al lado (porque me prohibió vivir en el mismo pueblo), en la que vivo absolutamente solo. Ni con vosotras, ni con mi mujer, ni mi familia. Viviendo en medio de la nada. Lejos del trabajo, lejos de la familia. Cuatro paredes silenciosas. Vacías.
Cogió todas mis cosas, y las metió en bolsas de basura. El garaje lleno de mis pertenencias en bolsas de basura. Tenía prisa por que me fuera. Me buscaba pisos en alquiler. Que me fuese. Que me fuese cuanto antes.
Ella inmediatamente empezó a hacer cambios en su cuerpo y cuidar su imagen de una manera extrema. Un día un "piercing", otro día un tatuaje, dietas, ropa, tratamientos cosméticos, perfumes...
Hasta que a las pocas semanas de vivir yo ya fuera, me dice: "Necesito que cojas las vacaciones estas semanas, y que te quedes a las niñas, porque tengo una operación". Yo le pregunté qué pasaba, y me contestó que iba a aumentarse el pecho.
Le pregunté qué clase de persona quería llegar a ser... Una familia, dos hijas, casi 40 años.. ¿En qué estás pensando?
Lo intenté todo. Todo y más.
Pidió un préstamo bancario, para pagar una operación de aumento de pecho.
Da igual que tengamos dos hijas, y que vosotras en un futuro seréis adolescentes, con necesidades de estudios, de educación, imprevistos, ayudaros a emanciparos... Da igual. Varios miles de euros dedicados a aumentarse el pecho.
Es horrible.
Cuando una pareja se rompe, lo ideal es poner distancia de por medio, y no volver a ver a esa persona. Pero os tengo a vosotras. Y os quiero tener el MÁXIMO tiempo posible. Y eso implica que deba vivir aquí. En un entorno que me hace muchísimo daño y en el que estoy absolutamente solo. Cada vez que le veo, algo me atraviesa el pecho y se me cierra la garganta. No puedo respirar.
Tanto esperarle... Tanto echarle de menos... Prácticamente, solo disfrutaba de su compañía los domingos. Y ahora... ¿Dónde está? ¿A dónde va? ¿Y vosotras, hijas mías?
El proceso de negociación del divorcio fue muy doloroso. Tuve que ser yo el que organizara el divorcio, sin querer hacerlo, para poder conseguir lo que quería: una custodia compartida. Si yo hubiera dejado que ella moviera las cosas, probablemente hubiera sido muy perjudicial para mi.
Por eso, tuve yo que buscar abogado, redactar un convenio, ir a buscar papeles... El momento más doloroso que recuerdo fue cuando le di a la abogada vuestras partidas de nacimiento.
Unos papeles del registro civil, que ponía vuestros nombres. Extendí mi brazo, y le dije a la abogada: "divórcienos".
Qué dolor. Yo no quería. Pero era la única manera de conseguir la custodia compartida. Aprovechar sus prisas por que me fuera. Ella quería su nueva vida cuanto antes. Así que tuve que aparcar el dolor por ella, mi amor, y tuve que apartar el dolor por mis hijas, para pensar en una cruda negociación burocrática y judicial.
Porque sabía que en ese momento eso era lo importante. Porque mi objetivo era teneros conmigo. Todo lo demás daba igual... Quédate con la casa, quédate con todo lo que hay dentro. Quédate con todo. Pero las niñas, la mitad del tiempo con cada uno.
Cuando le dije que los papeles estaban listos para firmar, inmediatamente me dijo que al día siguiente iríamos a firmar. Tenía prisa. Y yo tuve que hacerlo para asegurarme de que os tendría el máximo tiempo posible.
Qué dolor... firmar un divorcio que no se quiere firmar. Decir que sí, cuando es que no. Pero tuve que hacerlo por vosotras, hijas mías. Tuve que arrancarle el acuerdo. Si no, en unos días, hubiera estado fuera de casa igualmente, y sin vosotras...
El dolor es tremendo. Horrible.
Todos los días, me despierto, y los primeros segundos me pregunto... ¿Qué hago aquí?
A los pocos segundos recuerdo todo, y lo entiendo.
Yo no hice nada malo. Yo no robaba, ni pegaba, ni bebía, ni me iba con los amigos. Yo estaba ahí.
Ahí para mi familia.
No sé qué va a pasar. Tengo miedo. Tengo angustia. Tengo dolor.
No lo sé.
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