(51) E-mail escrito el 27 de mayo de 2018
Domingo 27 de mayo de 2018
Dia de tu comunión.
Yo acudo a verte y acompañarte. Pero no estoy invitado a la comida. Comeréis con uno que no es vuestro padre.
Que entra en la que era mi casa, ve a las que son mis hijas y ocupa mi sitio en el que era mi hogar.
Durante la ceremonia y el paseo lo he tenido que ver.
He tenido que tragar saliva, y jugar contigo, mi pequeña, que es normal que con tres añitos no aguantes una ceremonia de 2 horas.
Lo siento. Es demasiado dolor. Es demasiada injusticia. Yo no era ni soy una mala persona. El daño psicológico, sentimental, y como padre es enorme.
Os acompañé durante todo el paseo hacia la iglesia, y durante toda la ceremonia. Pero a la hora de irse al banquete, a la comida, tuve que separarme de vosotras.
Os acompañé durante todo el paseo hacia la iglesia, y durante toda la ceremonia. Pero a la hora de irse al banquete, a la comida, tuve que separarme de vosotras.
Me quedé en medio de la plaza, viendo cómo os ibais. Parado. Inmóvil. Pensando en que os ibais a celebrar una comida de un día especial, y en la mesa estaría otro. Otro al lado vuestro, y del de vuestra madre.
Solo y roto, me fui a casa. A pasar el resto del día en soledad. Con la cabeza martilleándome. Una presión enorme. Un dolor inaguantable.
Os quiero. Sois mi vida y mi motivo para seguir con todo.
Necesito justicia. Lo necesito. No puedo dormir tranquilo.
Perdonadme. Por favor. Perdonadme pero lo tengo que hacer. Todo pasará.
Es demasiado daño. Tanto, que no se ni como sigo adelante. Perdonadme. Lo tengo que hacer.
Pero todo pasará.
Y yo estaré ahí siempre. Siempre para vosotras. Para nadie más.
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