(107) E-mail escrito el 1 de abril de 2020



Hola hijas mias,

Estamos viviendo una época dificil... Una pandemia que comenzó en China, se ha extendido por todo el mundo. Primero afectó gravemente a Italia, y semanas después llegó a España. Se trata de un virus nuevo, de la familia de los coronavirus, que se transmitió de algún animal a los humanos.

Al ser un virus nuevo, ningún ser humano tiene defensas contra él. Por lo tanto, cualquiera que entra en contacto con una persona infectada, se infecta. Y a su vez, infecta a otros, teniendo en cuenta que durante el período de incubación del virus la persona no muestra síntomas.

Es un virus que afecta al sistema respiratorio. Hay personas que lo pasan sin notar ningún síntoma. Otros, tienen los síntomas de un constipado o una gripe (fiebre, tos, dolor de garganta...), y a las personas más débiles, los que ya están debilitados por alguna enfermedad previa, o tienen problemas respiratorios, y sobre todo a las personas mayores, les causa una neumonía grave, con serias dificultades para respirar, e incluso la muerte.

Está muriendo mucha gente. A día de hoy, están muriendo unas 800 personas al día en nuestro país. Aunque se piensa que pueden ser muchas más.

En algunas personas, el virus provoca en su organismo una reacción exagerada de las defensas, que reaccionan de tal manera, que provocan una inflamación generalizada en los pulmones, provocándoles la muerte.

El virus ya ha salido de Europa, y ha llegado a América, con lo que prácticamente, ya ha dado la vuelta al mundo. Y todavía queda por llegar a los países más pobres del tercer mundo.

Todas las personas coinciden en que no habían vivido nunca una situación parecida. Estamos viviendo una situación totalmente desconocida para nosotros, y para la gente que nos rodea.

Para evitar la saturación de las unidades de cuidados intensivos de los hospitales, el gobierno ha decretado el estado de alarma, impidiendo que salgamos de casa, excepto para ir a comprar comida, medicamentos, o en casos de extrema necesidad.

También han suspendido las clases en todos los colegios del país, porque aunque los niños casi no muestran síntomas de la enfermedad, sí que la transmiten a personas que pueden enfermar gravemente. Por lo tanto, desde mediados de marzo, no estáis yendo al colegio.

Evidentemente las dos estáis muy contentas de no ir al cole, y estáis viviendo toda esta situación desde la inocencia propia de la edad que tenéis.

Pero la gente está muy preocupada, porque a parte del riesgo por contagiarse, está todo el daño económico que esta situación está causando en todo el país. Mucha gente se ha quedado sin trabajar, porque también han decretado el cierre de los trabajos que no sean esenciales (sanidad y fuerzas de seguridad y emergencias), y mucha gente está teniendo unas pérdidas económicas enormes, al no poder trabajar.

Probablemente no volváis a clase ya este curso. Pero las clases continúan en casa, ya que vuestras profesoras envían todos los días los deberes que tenéis que hacer, y que por supuesto, como siempre, hacéis conmigo, sea mi semana o no.

Intento que leáis, y que hagáis todos los deberes, y explicaros las cosas de la mejor manera que puedo. Eso lo hacemos por las mañanas. Por las tardes, como no está permitido salir a la calle, bajo pena de sanción económica, os bajo al garaje, para poder hacer algo de actividad física.

Corremos por el garaje, saltamos a la comba, hacemos carreras de relevos, sentadillas,... y todo lo que se me va ocurriendo, para que el estar 24 horas encerrados en casa no os afecte demasiado a vuestra salud física y mental.

Una semana después, conseguí la llave de la azotea, y subimos a la terraza a correr, jugar, hacer un poco de ejercicio, y en definitiva, que nos de el aire y la luz, ya que si durante muchos días no recibes la luz directa del sol, el cuerpo lo va notando, tanto en el estado de ánimo, como en las defensas...

Moverse es importante. Activar el cuerpo te hace sentirte mejor. Es muy necesario. Y eso es lo que intento cada día.

También jugamos al ajedrez, o a las cartas, e intentamos llenar el tiempo con cosas que hacer.

No sé cuándo pasará todo esto. Tampoco puedo ir a ver a mi madre y mi abuela a Valencia. No están permitidos los desplazamientos, para evitar contagios.

Tampoco sé qué situación habrá cuando esto pase... Cómo estará la economía, los trabajos... Tengo cierto miedo, porque no quiero que sufráis ninguna carencia.

Personalmente, yo pienso que esto es un recordatorio de la vida. De la realidad de la vida. En general la gente vive siendo muy inconsciente de su verdadera naturaleza. Somos una especie animal más del planeta tierra, y últimamente, con tanta tecnología, tanta oferta de ocio, tantos móviles, internet... se ha olvidado la verdadera esencia de las personas.

Ahora más que nunca, mucha gente se está dando cuenta de que las posesiones materiales, los objetos, el aparentar en las redes sociales de internet, no vale para nada. Que lo verdaderamente importante es poder estar cerca de las personas que quieres, de la familia.

El poder dar un beso o un abrazo a la persona que quieres... Algo que habíamos olvidado, por estar distraidos con otras cosas, hoy se ha vuelto más importante que nunca.

La vida nos muestra, como ya hizo en otras ocasiones con otras epidemias o pandemias, que somos una especie más en el planeta, pero que quien realmente domina la vida, es la propia naturaleza. Y realmente, pienso que así debe ser.

Intentad llevar una vida lo más sencilla posible, sin descuidar a las personas que queréis. Porque cuando vienen malos tiempos, es lo único que tendréis. Lo único que os hará felices, y que os dará ánimos para todo.

De nada vale acaparar pertenencias, comprar cosas, gastar dinero... Si no tenéis el abrazo de las personas que queréis.

Yo, como vuestro padre, debo mostrarme fuerte y seguro en mis decisiones, y en mi ánimo. Porque dependéis de mi, y veis el mundo a través de lo que veis en casa. Por lo tanto, aunque todo esto que estamos viviendo me asuste un poco, debo ser el mejor y el más fuerte para vosotras. Para que os sintáis bien y protegidas... Es lo que intento hacer cada día, a cada hora.


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Esta semana que no estáis conmigo, como no estoy trabajando, porque han decretado el cierre temporal de las empresas, estoy yendo por las mañanas a casa de vuestra madre, a hacer los deberes con vosotras. Porque si no fuese, no avanzaríais, no los haríais.

Me duele entrar en la que era mi casa... Ver muchos objetos que yo puse ahí, que yo compré... porque era mi hogar. Nuestro hogar.

Veo la estufa de gas, que compré yo, que os calienta todos los días, pero yo no estoy ahí... Veo el banco de madera de la entrada, que compré y monté yo con mis propias manos... Veo una planta que llevé yo, siendo muy pequeña, y ha crecido enormemente...

Veo las paredes, las puertas, la mesa, el sofá... Yo vivía ahí antes... Era mi hogar.

Me duele entrar.

Me duele estar.

Me duele recordar.

Me duele la injusticia.

Me duelen la maldad y el egoísmo.

Me duele el alma.


Pienso en irme. Quiero dejar de sufrir. Dejar de exponerme a ese dolor. Dejar de verlo... Poner distancia de una vida que ya no existe. Que me robaron...

Pero sé que jamás podría hacerlo. Que jamás podría separarme de vosotras. Aunque aquí no tenga nada.

Lo fácil sería irme. Irme con mi familia y empezar una nueva vida. Alejarme del dolor, y que la distancia fuese el olvido. Al final, el tiempo lo dejaría en un lejano recuerdo...

Pero no podría vivir. Cada minuto de cada hora estaría pensando en vosotras. Me necesitáis y os necesito. Estáis creciendo, todavía tenéis mucho por aprender, descubrir, y equivocaros... Y quiero estar a vuestro lado en cada equivocación. En cada aprendizaje.


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Mientras os ayudo a hacer los deberes, vuestra madre está por casa. Le veo hacer cosas. Le oigo decir cosas. Cualquier cosa que digo, u opino, ella dice exactamente la contraria, y ya conocéis las formas de decir las cosas y el carácter que tiene.

Es como tener delante algo o alguien que automáticamente, por sistema, dice lo contrario a lo que piensas. Nada de lo que digo está bien. Nada de lo que hago está bien. Es como si yo le hubiera hecho mucho daño y estuviera dolida, cuando es exactamente al contrario. En fin, ya conocéis la historia...

Dice que ahora que no está trabajando, y al no tener ahorros, ha tenido que ir a los servicios sociales del ayuntamiento a pedir comida...

Se ha gastado mucho dinero en ropa, en salidas de fin de semana, en discotecas, y no sé en qué más, porque ni quiero saberlo, ni quiero hacerme más daño...

Y ahora, que ha venido una mala época, ahora está pagando las consecuencias de una vida despreocupada. De una vida de fiesta, teniendo dos hijas pequeñas.

Inconsciente de mi, idiota de mi, pienso que quizás pueda pensar que lo importante es la familia, que lo importante somos nosotros. Que quizás ya ha vivido demasiado y que pueda cambiar de opinión...

Pienso en tenderle la mano. Pienso en decirle que no se preocupe, que estoy aquí.

Me nace el deseo de hablarle y decírselo. Lo intento, me acerco, le pregunto por su situación... Pero no sirve de nada.

No paran de sonar notificaciones en su teléfono móvil... Es el sonido que me recuerda, que me notifica a mi también que nada ha cambiado, ni cambiará. Que ella ya no es ella. Y que para ella, cualquier otra persona es más importante.

No me queda más remedio que morderme la lengua, y no decir lo que deseo decir, por miedo a hacer el ridículo de nuevo. Por evitar que de nuevo se ría de mi y me haga daño.

Por no dar pasos atrás en este duro y difícil viaje.

Acabo los deberes con vosotras, y salgo enseguida de esa casa... Doy un último vistazo a la estufa, al sofá y a la tele. A la escalera, que me llevaba a mi habitación. Miro el cuadro de colores que adorna las escaleras... Tantas noches. Tantos días...

Os crié y os cuidé a las dos en esa casa. En mi hogar.

Pero ella ya no es ella.

Prefirió la diversión de otra gente, a su familia.

Y, aunque me haga daño, mañana volveré a hacer los deberes con vosotras. Porque sois lo más importante.

Me gustaría que me entendieseis, pero no me entendéis. No es posible que os pongáis en mi lugar, y que podáis imaginar lo que siento al ver el que era mi hogar...

Me gustaría que fueseis más mayores para juzgar, pero no juzgáis.

Así que solo queda, en silencio, hacer lo que tengo que hacer. Por vosotras.

Mañana seguimos con los deberes.

Os quiere,
Papá.


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