(116) "El buen combate" - Paulo Coelho
SUEÑOS. El hombre nunca puede parar de soñar. El sueño
es el alimento del alma, así como el alimento del cuerpo es la comida. En
muchas ocasiones vemos cómo se rompen nuestros sueños o se frustran nuestros
deseos, pero es necesario continuar soñando, pues en caso contrario nuestra
alma se muere, y Ágape no penetra en ella. Ágape es el amor universal, aquel
que es más grande y más importante que el sentimiento de simpatía por alguien
concreto.
El Buen Combate es aquel que se entabla porque nuestro
corazón lo pide. En los tiempos heroicos esto era más fácil: había mucha tierra
por recorrer, mucho que resolver y mucho que construir. Sin embargo, hoy día el
mundo es diferente, y el Buen Combate se trasladó de los campos de batalla al
interior de nosotros mismos. El Buen Combate es el que se entabla en nombre de
nuestros sueños. Cuando estos revientan en nuestro interior con toda su fuerza
(en la juventud) nos sentimos muy valientes, pero aún no sabemos luchar.
Después aprendemos a luchar, pero ya no contamos con el mismo valor para
combatir. Por eso nos volvemos contra nosotros mismos y, combatiéndonos, nos
convertimos en nuestros peores enemigos. Alegamos que nuestros sueños eran
infantiles o difíciles de llevar a cabo. Matamos nuestros sueños por miedo a
combatir en el Buen Combate.
El primer síntoma de que estamos matando nuestros
sueños es la falta de tiempo: Las personas más ocupadas que he conocido en mi
vida eran las que al final siempre conseguían tiempo para todo. Por su parte,
los que no hacían nada siempre andaban cansados, el tiempo nunca les llegaba
para lo poco que tenían que hacer, y se quejaban de que los días eran demasiado
cortos. Lo que les pasaba era que tenían miedo de combatir en el Buen Combate.
El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños son
nuestras certezas. Solo por el hecho de no querer tomar la vida como una gran
aventura en la que hay que embarcarse, ya nos consideramos sabios, justos y
correctos en nuestras pequeñas parcelas de existencia. Miramos hacia el
exterior de las murallas de nuestra vida diaria y oímos el ruido de lanzas que
se rompen, sentimos el olor del sudor y de la pólvora, vemos las grandes caídas
y las miradas sedientas de conquista de los guerreros. Pero nunca percibimos la
alegría que hay en el corazón del que está luchando, pues para estos no importa
ni la victoria ni la derrota, sino combatir en el Buen Combate.
Por último, el tercer síntoma de la muerte de nuestros
sueños es la Paz. La vida se transforma en una tarde de domingo, sin grandes
exigencias, que no nos pide más de lo que queremos dar.
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