(98) E-mail escrito el 28 de octubre de 2019


Hola hijas mías.

Mañana martes tienes examen de sociales. Un examen con bastante contenido. Con muchos conceptos y palabras, que para una niña de 10 años es demasiado. Yo lo entiendo.

Recuerdo mi época de estudiante. Estas cosas a los niños no les interesan. Se memoriza para aprobar, y una vez pasado el examen, se olvida todo.

Siempre he pensado que ojalá tuviésemos la oportunidad de volver al colegio siendo ya adultos. Se aprovecharía todo mucho más. Aprenderíamos con verdaderas ganas de saber... Cuando eres niño, estas cosas no te importan.

Hoy, aunque no es mi semana, he ido a ayudarte, a repasar, a preguntarte.

Siempre que voy a veros cuando no es mi semana, estáis extrañas. Estáis con ese asqueroso miedo que os ha inculcado vuestra madre, a base de gritarme y prohibirme de mil maneras que lo haga.

Pero qué tengo que hacer yo...  Con la mujer que os cuida, aunque repaséis la lección, ella siempre va a preocuparse más por su hija, por Fiona. Y preguntándote, sé que Fiona se sabe la lección mejor que tú.

No es por ti, es porque su madre ha estado más encima de ella, es lógico y normal.

Pero siempre me recibís con cierta distancia. Con miedo de que aparezca vuestra madre, y me vuelva a gritar porque estoy ahí, sin ser mi semana.

Os ha condicionado de tal manera, que sois unas personas las semanas que estáis conmigo, y otras diferentes, las semanas que no lo estáis. Y si voy a veros cuando no es mi semana, estáis en tensión, porque sabéis que si llega vuestra madre de trabajar, me va a gritar.

Yo voy... ¿qué tengo que hacer? Ayudarte, hija mía.

Primeramente por teléfono me has dicho que no hacía falta que fuera.... Me duele. Me ha dolido. Pero qué tengo que hacer... Te he dicho que lo haríamos como un juego... Os preguntaría a las dos, a ti y a tu amiga, a ver quién acertaba más. 

Todo por ayudarte.

Pero te has enfadado. Yo te he explicado que era bueno, porque repasando y jugando, te darías cuenta de lo que tienes que repasar un poquito más...

Intento ayudarte. Estar ahí.

Me has dicho que vuestra madre iba a venir, porque os va a llevar al cine.

Al cine, un lunes, el día antes de un examen complicado.

Yo me he marchado.

Como siempre, con la amarga sensación de que os ha incomodado mi visita.

Siempre que voy a veros la semana que no me toca, me voy con la extraña sensación de que hubiera sido mejor no haber ido.

Porque alguien, en su inmenso egoísmo, construyó un muro en nuestra familia. Y a base de gritos, malos modos, y poca educación, os ha inculcado que, estando a 30 ESCASOS METROS DE VOSOTRAS, no puedo veros, porque NO TOCA.

Siento rabia, siento impotencia, siento dolor. Es injusto.

Hoy, me he vuelto a sentir mal por desear veros, aunque sea con la excusa de un examen, y volver a ver que habéis interiorizado y dado por buena esta TERRIBLE situación, en la que un padre, que quiere ayudar a su hija con un examen, no puede, porque alguien IMPUSO que habían unos días en los que teníais padre, y otros en los que no.

Alguien impuso que, aunque tengáis un padre que os puede ayudar muy bien con los deberes y los exámenes, tiene unos días prohibidos, en los que no podéis tener su presencia.

Y pienso en mi cabeza, que será la última vez. Que no volveré a ir a veros cuando no me toque, cuando no sea mi semana.

Pienso que ya está bien de tirar mi dignidad como padre y como persona por los suelos, y pisotearla. Que ya está bien de sentirme mal por intentar siempre encontrar la manera de veros aunque sea un rato, porque yo nuca he podido aguantar una semana completa sin veros.

Pienso, que no iré más. Que yo también tengo sentimientos, y que estoy harto de que me duelan las cosas.

Que si te quedas sin estudiar y repasar, pues lo siento, no es culpa mía, no fui yo el que hizo algo terrible...

Pero, en el fondo sé, que volveré a hacerlo. Volveré a ir. Una, y mil veces más. Volveré siempre. Aunque sepa lo que me espera.

Y también sé, que todo esto lo haré también por ti, mi pequeña, en cuanto empieces primaria, con los deberes y con los exámenes.

Si me duele, ya me recuperaré. Pero NO PUEDO dejar de hacerlo.

No puedo evadir lo que sé que tengo que hacer, y lo que quiero hacer. Ayudaros. Educaros. Veros.

Aunque eso me cueste tener que soportar gritos de vuestra madre. Aunque mi dignidad sea pisoteada. Volveré a ir, aunque me vuelvan a gritar, y mientras, yo tenga que mirar al suelo, y no decir una palabra... Porque si dijese lo que pienso, e hiciera lo que desearía hacer... me metería en un problema muy grande.

Por vosotras soporto y trago gritos y actitudes chulescas... Por veros, por ayudaros. Por educaros.

Mi dignidad se resiente, y me voy con rabia. Mucha rabia. Llego a casa y quiero gritar, llorar, pegar puñetazos a las puertas y las paredes...

Pero volveré a ir.

Os quiere,
Papá.



Comentarios