(247) Nerea
Nerea.
No sé su edad. No me la quiso decir. Intuyo que será mayor que yo. Tiene un hijo de 20 años.
Nerea. De Valladolid, aunque nacida en Bilbao.
Se casó, y a raíz del trabajo de su ex marido, se fue a vivir a Reus (Tarragona).
Luego el marido ascendió en su trabajo, ganaba mucho más dinero que ella, y pasó a despreciarle por ello y a llamarle "mantenida".
Se divorciaron. Y con el tiempo, el padre de su hijo le alienó completamente, hasta el punto de que el hijo no quiere tener contacto con la madre. Bloqueada de WhatsApp y llamadas, rehuída, rechazada.
Nerea. Una mirada que enamora. Una luz y una vida en sus ojos, que te atraviesan como mil rayos de sol.
Siempre sonriendo. Siempre alegre. Emana ilusión.
Le gusta pasear por la playa. Le encanta el mar.
A través de ForoCoches, entre a un grupo de Telegram de foreros que habían sido dejados por sus parejas, y utilizaban el grupo para apoyarse entre ellos y echarse unas risas.
Yo entré al grupo por curiosidad, para intentar aportar mi experiencia de mi divorcio, y ayudar en lo posible a quien lo necesitara.
Allí estaba ella. Hablaba muy poco. Más bien leía. Ella solo buscaba respuestas al porqué de la ruptura de su matrimonio. Un matrimonio con la única y primera persona con la que había estado. Ella buscaba respuestas. Entender.
Cruzamos alguna palabra, ya que la media de edad del grupo era bastante joven, y yo intentaba entablar conversación con gente de más o menos mi edad.
A las pocas semanas, yo tomé la decisión de abandonar el grupo. Primero porque me ocupaba un tiempo valioso el seguir todos los mensajes y conversaciones, pero sobre todo, porque no me hacia bien estar todos los días escuchando historias de rupturas, infidelidades, daños personales por amor....
Yo ya pasé lo mio. Lo levanté todo con mucho esfuerzo. Y aunque todavía hay malos momentos, creo que hay que mirar hacia delante, y evitar todo lo que evoque al triste pasado.
Pasar página, que se dice.
Cuando abandoné el grupo, me quise despedir de ella en privado, explicándole esto mismo.
Eso supuso que poco a poco, muy tímidamente al principio, habláramos de vez en cuando frases sueltas.
Con el paso de los días, y de las semanas, las conversaciones iban adquiriendo más profundidad. Ella me comentaba que por las mañanas sentía ansiedad, debido a que le dolía la pérdida de contacto con su hijo.
Yo le decía que no luchase contra la ansiedad, que eso era lo que le agotaba.
Seguian pasando las semanas y al poco tiempo, todas las noches conversábamos un rato antes de ir a dormir.
Cuando las conversaciones escritas ya no nos eran suficiente, pasamos a hablar mediante llamada.
Nos ibamos contando cosas. Hablando de experiencias. De sentimientos. De formas de afrontar las situaciones del día a día.
En un momento, se habló de un día poder quedar en persona y conversar cara a cara. Poder acabar esas conversaciones que nunca se cierran por chat o por llamada.
Ella se lo tomó en serio, y quiso fijar el día.
Al principio yo estaba reticente. Ya tengo experiencia en relaciones a distancia. Cuatro años estuve con Lorena de Elche, y me juré que jamás volvería a pasar por aquello. Lo que sentí y viví con aquella relación todavía me asusta. Y hace muchísimos años.
Llegó el día de quedar. Yo iba a ir a Reus, y pasaríamos el día juntos.
Hasta última hora, dudaba de la utilidad y propósito de ese viaje. Pero era mi semana sin niñas, y por su educación, sensibilidad, y todo lo que habíamos compartido, decidí ir.
......................................
Llegué al punto de encuentro. Le avisé. Y me dijo que bajaba enseguida.
Despues de unos 10 minutos apareció ante mí.
No sé si puedo describir con palabras lo que vi y sentí.
No era por que fuera una mujer guapa. Que lo era.
Era... Su presencia. Su mirada. Su sonrisa, su forma de caminar alegre...
No, tampoco era eso. Era la sensación de paz, alegría, y relajación. Era sentir que de repente, todo lo que nos rodeaba nos pertenecía. El tiempo y el espacio estaban ante nosotros para usarlos como quisiéramos.
Era sentir que daba igual dónde, para qué, a qué hora y de qué manera.
Conduciendo yo, y ella a mi lado, daba igual todo lo demás. Daba igual el destino, el plan, la idea.... Ya estaba todo perfecto.
Caminamos un poco por el centro de Reus. Entramos a comer algo en un sitio. Compartimos una mesa enorme, para nosotros solos.
Ella, en todo momento me pidió que me sentara a su lado. No frente a ella.
Antes de que me lo pidiese, yo ya sabía que iba a hacerlo.
Comimos, y hablamos. Y hablamos. Y hablamos...
En ese momento, yo no sabia dónde estaba, qué hacía allí. Como había pasado todo esto...
Sólo podía mirarle a los ojos mientras hablaba. Y percibir de una manera exageradamente profunda cualquier gesto, palabra o mirada.
Sentía como si su mirada fija en mi, atravesara mi cráneo. Me quemaba por dentro como mil rayos de sol.
Empezábamos conversaciones que no acabábamos, porque nos llevaban a otras conversaciones, que nos llevaban a otras, y que nos hacían volver al principio.
Qué maravilla poder hablar con alguien con una inteligencia maravillosa, complementada por una sensibilidad personal enorme, y por un corazón lleno de bondad, que no creo que quepa en todo lo que conozco yo de este mundo.
Cuando surgió el tema de su hijo, ella me dijo que le habían dicho que le habían visto en casa del padre, en el pueblo de al lado. Y que sabía qué coche que tenía.
Sin pensarlo ni una fracción de segundo, me dijo que podríamos pasarnos. Que ella sólo quería sentirse cerca de él.
Le dije que en ese momento, no había otra cosa que pudiéramos hacer. Que no quería hacer otra cosa que ayudarle a sentirse cerca de su hijo.
Cogimos el coche. Durante el camino le puse música remember, que le encantó. Le animó. Mientras iba escuchando las canciones, las iba buscando en YouTube, para tenerlas localizadas.
Yo me sentía pleno. Yo conducía. Y ella estaba a mi lado, disfrutando de la música, e ilusionada porque íbamos a acercarnos a donde estaba su hijo en ese momento.
Llegamos. Vimos el coche del hijo. Pero ella no tenía manera de saber si estaba en casa del padre, o no.
Se me ocurrió que podía dejarle una nota en el limpiaparabrisas del coche, diciéndole que le echaba de menos y que necesitaba verle y saber de él.
A ella le pareció una idea estupenda y le ayudé a redactar esa nota.
Su cara de ilusión, su sonrisa. Su mirada inocente e ilusionada por si por casualidad aparecía su hijo por ahí en ese momento...
Una situación desgarradora y llena de dolor, en su cara, era una ilusión enorme, una felicidad que no era de este mundo. Yo le miraba, y... En fin... Qué puedo decir... En ese mismo momento le hubiera dado las llaves de mi vida.
De ahí, nos fuimos a pasear por la playa de Cambrils.
Un paseo que duró horas...
A partir de ahí... Todo se precipitó. Nos sentamos a cenar algo...
No recuerdo todos los detalles. Solamente sé que se me partió el alma en dos, cuando me dijo: "no quiero que te vayas".
A partir de ahí, siempre con mucho cuidado, siempre medio bromeando, intente abrazarle. Necesitaba abrazarle.
Ella lleva mucho daño dentro. Daño por su matrimonio fallido. Daño por despreciarle llamándole "mantenida", daño por que le robasen a su hijo y que no quiera verle.
Era tan frágil y bonito lo que quería abrazar, que no sabía bien ni cómo colocar los brazos. No sabía cuánto demostrar. No sabía nada.
Habíamos perdido ya el control sobre el reloj..... Yo que sé. ¿Dos de la mañana? ¿Tres?
Qué más da.
El mundo entero estaba en sus ojos.
Yo quería vivir ahí.
Preciosa por fuera. Increíblemente preciosa por dentro. Me enamoré de su esencia.
Volvimos todo lo andado hasta el coche.
Volvimos a pasar por donde estaba el coche del hijo, para asegurarnos de que su nota seguía en el limpiaparabrisas.
Aparcamos no sé dónde.
Y nos abrazamos.
Le abracé como quien abraza aire. Aire que se escapa. Quería respirarle.
Me sentía como creía que jamás me volvería a sentir.
Era ella.
Era ella la persona con la conexión, el interior, la conversación, la forma de ser. La belleza. La ilusión....
Era ella.
........................
Ella sentía lo mismo. Notaba cómo me miraba. Notaba sus abrazos. Su mano apretando la mía.
Pero los dos éramos conscientes de la distancia que nos separa.
Los abrazos dieron paso a algo más. Hasta que le dije que le estaba robando su noche, que por mi culpa no estaba durmiendo.
Yo, por la hora que era, le dije que ya prefería emprender viaje de vuelta cuando amaneciese.
Ella me dijo que quería aprovechar hasta el último segundo conmigo. Que no quería irse.
Los abrazos quemaban. El reloj era nuestro enemigo.
Cuando pude, arranqué el coche, para llevarle a su casa, y emprender la vuelta.
...
Todavía nos dio tiempo de un último café juntos, a modo de desayuno.
Ella seguía mirando a todo chico joven que pasaba, por si por un capricho del destino fuese su hijo. Jamás me he sentido tan impotente por no poder ayudar a una persona. Hubiese hecho lo necesario para ayudarle a encontrarlo y calmar su dolor.
Después del café, le lleve a su casa.
Cuando ella se bajó del coche, después del último abrazo, y el último apretón de mano, me quedé inmóvil.
Era como si el mundo se hubiera quedado en silencio.
Y pasó algo que hacia 8 años que no pasaba.
Lloré.
Lloré, de esa manera que te falta el aire.
Lo que había dentro de mí, no cabía dentro de mí.
Como pude, empecé el viaje de vuelta. Tres horas por delante, dejando atrás a mi alma gemela.
Yo no llevaba el coche. El coche me llevaba a mi.
Yo no quería irme. Todo el viaje deseaba dar la vuelta y estar junto a ella.
Durante el viaje, sin haber dormido nada en toda la noche, paré en todas las áreas de servicio, a fumar y a llorar.
Si Nerea, yo fumo, y tú tomas pastillas tranquilizantes. Y los dos lo hacemos por lo mismo. Para callar el dolor del alma.
............
Cuando llegué, le escribí para decirle lo que sentía.
Que me había dado tantas cosas....
La alegría por encontrarme con mi alma gemela. La tristeza de separarme de ella. El ejemplo de, pese a las adversidades, vivir la vida con ilusión.
Ella es el ejemplo de la vida, de la fuerza, de la ilusión, del amor.
Ella no es consciente del poder que hay en ella. Debería quererse más. Es increíble.
Una persona con unos valores personales, familiares, un sentimiento de pertenencia a la familia... Alguien que sólo necesita caminar y ver el mar para ser feliz.
Yo no sé si pude enseñarle algo... Tal vez, que "te echo de menos" se escribe sin hache.
.................
Le quiero a ella. A su mirada y su sonrisa.
Pero si no puedo tenerla, me quedaré con su esencia.
La esencia de una persona que se cuida, por dentro y por fuera. Que se alimenta bien, que va al gimnasio, que lee, que estudia. Que cultiva amistades sinceras y sanas.
Quiero que me sírva de ejemplo, para ser yo mejor persona.
Quiero yo también cuidarme, comer bien, retomar el gimnasio. Quiero hacer nuevas amistades, que me lleven a otras amistades. Quedar con grupos. Gente de mi edad. No pasar los fines de semana con mi madre y abuela, que les quiero mucho, pero se me está yendo la vída dedicándoles todo mi tiempo libre.
Sé que en el fondo, si quiero mejorar, es porque viviré a partir de hoy con la estúpida ilusión de que algún día pudiéramos compartir la vida juntos.
Eso no va a pasar.
Pero ella, me ha demostrado que puedo volver a querer, a amar, a ilusionarme. A llorar por amor.
Ella me ha devuelto al punto de partida. Ella ha roto las mil piedras que rodeaban mi ser. Ella ha hecho que me vuelva a sentir vivo.
Quisiera quererle, cuidarle, hacerle ver que sí que existe alguien que le mida por el brillo de sus ojos, y no por su salario.
Quisiera acompañarle en la larga espera hasta que su hijo le vuelva a dirigir la palabra.
Quisiera tantas cosas con ella...
Pero 300 desgarradores kilómetros separan a dos personas que, con total seguridad, serían felices.
Se me va a hacer muy difícil vivir con esto.
Nerea, me has dado tanto en un día y una noche, que me va a costar muchísimo volver a poner los pies en la tierra.
De todo lo que te he dicho en los mensajes, de todo, solamente quiero remarcar esto:
"Te esperaré"
Y lo digo en serio.
Lo más seguro es que nunca llegues.
Pero, quiero vivir así.
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